Dar testimonio junto y en modo creíble del Evangelio en una Europa confundida pero sedienta de Dios: es la invitación del Papa Francisco a la delegación de la Conferencia Internacional de los obispos veterocatólicos de la Unión de Utrech, recibida en audiencia esta mañana en el Vaticano.
Se trata de una iglesia católica separada de Roma después del Concilio Vaticano I en el 1870, que sancionaba el dogma de la infalibilidad pontificia. El servicio es de nuestro colega Sergio Centofanti:
En una Europa tan confundida acerca de la propia identidad y de su propia vocación, afirmó el Papa, hay muchas áreas en las cuales los católicos y veterocatólicos pueden colaborar, intentando responder a la profunda crisis espiritual que afecta a los individuos y a la sociedad:
“Hay sed de Dios. Hay un profundo deseo de redescubrir el sentido de la vida. Y hay una urgente necesidad de un testimonio creíble de las verdades y de los valores del Evangelio. En esto, podemos sostenernos y alentarnos recíprocamente, sobre todo a nivel de parroquias y de comunidades locales. En efecto, el alma del ecumenismo consiste en la ‘conversión del corazón’ y en la ‘santidad de vida junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos’. Orando los unos por los otros, nuestras diferencias serán asumidas y superadas en la fidelidad al Señor y a su Evangelio”.
Francisco ha recordado que a través del trabajo de la Comisión Internacional de Diálogo católica-veterocatólica “ha sido posible construir puentes de entendimiento recíproco y de cooperación práctica. Han sido realizadas convergencias e especificadas, en manera más precisa las diferencias, colocándolas en nuevos contextos”:
“Si por una parte nos alegramos cada vez que podemos cumplir ulteriores pasos hacia una más fuerte comunión entre fe y vida, por otro lado nos entristecemos en el tomar conciencia de los nuevos desacuerdos que han surgido entre nosotros en el curso de los años. Las cuestiones eclesiológicas y teológicas que han acompañado nuestra separación son ahora más difíciles de superar a causa de nuestra creciente distancia sobre temas concernientes el ministerio y el discernimiento ético”.
“El desafío que católicos y veterocatólicos deben afrontar – subrayó – es pues aquel de perseverar en un sustancial diálogo teológico y de continuar a caminar juntos, a rezar juntos y a trabajar juntos en un aún más profundo espíritu de conversión a todo aquello que Cristo quiere para su Iglesia”
“En nuestra separación hubieron, de ambas partes, pecados graves y faltas humanas. En un espíritu de perdón recíproco y de humilde arrepentimiento, necesitamos ahora reforzar nuestro deseo de reconciliación y de paz. El camino hacia la unidad inicia con una transformación del corazón, con una conversión interior (crf Unitatis redintegratio, 4). Es un viaje espiritual desde el encuentro a la amistad, de la amistad a la hermandad, de la hermandad a la comunión. A lo largo del recorrido, el cambio es inevitable. Debemos estar siempre dispuestos a escuchar y a seguir las sugerencias del Espíritu que nos guía a la verdad toda entera (cfr Jn. 16,13)”.
“Soy consciente – concluyó el Papa – del hecho que el ‘santo propósito de reconciliar todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, una y única, supera las fuerzas y las dotes humanas’. (Unitatis redintegratio, 24). Nuestra esperanza reside en la oración de Cristo mismo por la Iglesia. Adentrémonos entonces aún más profundamente en esta oración, de modo que nuestros esfuerzos sean siempre sostenidos y guiados por la gracia divina”.